La Posada

Raymond observó detenidamente a la elfa que se les había acercado. Hasta ahora no se había percatado de su presencia, pues estaba sumergido en el estudio de los informes y mapas que tenía delante, intentando elaborar distintas estrategias y formas de actuación ante la situación actual. Tras un breve repaso de arriba abajo y una fugaz mirada a las pertenencias de la joven hechicera, la miró a los ojos y le dijo:

-No suelo juzgar a la gente por su apariencia, pero admito que es raro ver a una joven hechicera viajar sola en estos tiempos que corren, si así lo haces, no dudo que sabrás apañártelas muy bien. Si realmente eres capaz de lo que prometes, no puedo negar que seguramente necesitaremos tus servicios tarde o temprano.

Raymond hizo un gesto con la cabeza hacia Tora y continuó.

-El capitán Tora se hacía cargo hasta ahora de esos asuntos, pero no es suficiente, sobre todo porque atender a los heridos no suele ser su especialidad, ni tampoco es que sea de su agrado creo yo, ¿verdad capitán? -Sin esperar la respuesta, se levanta de la vieja silla de madera en la que estaba sentado, se quita el sombrero y saca de su interior un pergamino que tenia metido en uno de los bolsillo interno del mismo-. Si quieres trabajar con nosotros tienes que unirte a nosotros, y para ello, firmar este contrato. -Raymond le entrega el contrato a la joven elfa y espera a que esta lo coja y comience a leerlo para seguir hablando-. Siempre llevo unos cuantos a manos, nunca sabes donde puedes encontrarte alguien dispuesto a unirse a nosotros. Por ahora, solo podemos pagarte con promesas, pues el poco oro que nos queda lo necesitamos para reparar y comprar equipo. Como mucho, y como humilde regalo de bienvenida, podemos pagarte lo que estabas comiendo y ahorrarte el fregar. Si todo sale bien, nos espera trabajo seguro y bien pagado, pero ahora toca ganárselo y salir vivos de esta

El contrato es un formulario en el que se detalla un sinfín de normas a cumplir, pero lo curioso es que su firma conlleva el formar parte del clan Guerreros de la Estirpe Olvidada como si de una familia se tratase. Se pide lealtad y obediencia, esfuerzo y sacrificio, tiempo y dedicación... No es un contrato normal, pues su firma conlleva la aceptación como familia a un gran número de nuevos hermanos y hermanas.

Mientras Leana continua leyendo, Raymond centra su atención en el hombre que había entrado antes de la conversación con la elfa, tiene pinta de herrero y sus músculos pueden ser de gran ayuda para contribuir en la hipotética defensa de la aldea

[Modo rol off] Ains, no podía dormir, me levanto un momento al pc y al final me tiro un buen rato deambulando por aquí XD

Mirando a todos los presentes, como siempre se prepara a tomar una decisión según lo comentado por sus compañeros. Primero mira a Leanna y con una reverencia le saluda.

-Siempre es un honor contar con una hermana de Uthuan, los altos elfos son grandes aliados. Bienvenida a la unidad-

Se acerca a Kantarot y con gesto de conformidad por su rápido informe

-Hablare con el herrero de la aldea para que prepare lanzas y petos para la milicia, ya que no podemos aportar nada nosotros a su causa, bueno tal vez algo de pólvora- Rasilt posa su mano en el hombro del joven elfo, el el cazador se da cuenta que su compañero se fue antes sin comer -Y como algo, sin energías podrías morir, muerto no ayudaran a nadie-

Rasilt se dirige al que parece ser el Herrero de la aldea y se sienta en la barra

-Señor ¿sois voss el herrero?- Desde que empezó todo esto hace tiempo ya que no a prestado mucha atención a su copa de vino y mucho menos piensa en comer- Si sois vos le tengo que hacer un pequeño encargo-

-No os defraudaré, guerreros. Estaré comiendo, si me necesitáis.

El intento de seriedad es en vano, puesto que Leanna tiene una sonrisa colosal, y no puede evitar volver a su mesa dando pequeños saltitos de alegría.

-Por fin podré comprarme pergaminos nuevos... -va murmurando camino a su mesa-.

Por el pensamiento de Leanna pasa un sentimiento extraño. Al unirse a la causa de esos guerreros... tendrá que verse obligada a matar.

Por primera vez en su vida se verá en medio de una batalla, oliendo al enemigo, y susceptible de morir en combate, pero... sin saber porqué... eso la hacía muy feliz.

Durante un segundo se asustó de su propia reacción de alegría. Procuró apartar cualquier pensamiento y se concentró en el temario que estaba leyendo antes de levantarse, y en tomar su ya templada sopa. Pero... otro sentimiento invadió su mente:

El ansia de la batalla... el deseo de acción... y el más intenso: La sabiduría lograda en la experiencia directa...

Sin duda estaba contenta, después de mucho tiempo...

En el momento en el que se acercaba a la parte de atrás de la posada, un joven se le acercó.

-Señor ¿sois vos el herrero? - dijo el extraño hombre - Si sois vos le tengo que hacer un pequeño encargo.
- Si se espera unos segundos a que cambie este barril - dijo mientras se perdía tras la puerta de la cocina.

Al momento apareció llevando un barril, y mientras se puso a cambiarlo;

- Usted dirá - dijo sin mirarlo.

*Tora mira a Raymond*
- por fin se me libera de algo de trabajo¡¡, pero...
*tora se dirige a la elfa*
Tu¡ elfa, ¿acaso sigues los caminos de sigmar?

Mirando al curtido herrero

-Necesita riamos unas cuantas lanzas para la milicia y unos petos- Rasilt se acuerda que Tora aun no a ido para saber con cuanta milicia podría contar la aldea -Iré enseguida a ver al líder de la aldea para saber con cuantos valientes podría contar, y me gustaría saber si ¿podría contar con su ayuda para armar a las tropas que consigamos?-

Pensaba ir yo en cuanto acabaramos la "reunion" pero si va usted mejor

-En cuanto sepa si podemos contar con este atareado señor iremos los dos. Si podemos hablar en nombre de la iglesia de Sigmar y seguro que no se niegan a nuestras exigencias militares-

Leanna, desde su sitio levanta la mirada hacia Tora. Pensativa entrecierra los ojos, intentando recomponer el comentario del Sacerdote Guerrero, puesto que no estaba atenta. Cuando cree deducir la pregunta del humano, contesta:

Yo... -baja la mirada, desanimada- no sé a quién sirvo ya... la verdad. Leo los salmos de la diosa Isha, la maestra de la curación ancestral... pero... ya no creo en esas cosas.

Leanna vuelve a bajar la mirada, y a seguir desayunando.

Comandante, cree que alguien que a perdido la fe es capaz de cumplir su cometido??
si me permite, ya que el general va a ir a hablar con el jefe de los milicianos, me gustaria que la elfa viniera conmigo para ver si en su corazon alberga poder suficiente para sanar.

-Esta bien Capitan Tora me parece una estupenda idea, en cuanto acabe los negocios aquí iré yo solo con la milicia-

Leanna, ligeramente ofendida, se levanta bruscamente, desplazando la silla hacia atrás, arrastrando las patas por el suelo de madera, formando un sonido sordo y gutural:

-Iré con vos, y os demostraré que soy digna de mi dominio de la magia.

Rápidamente, cierra el libro, pliega el atril, y lo guarda en el cochambroso petate, de hediondo olor polvoriento, y se acerca a Tora, decidida pero intimidada por la recia compostura del Humano.

-Estoy lista para ir, Capitán -Inclina la cabeza en señal de respeto-.

Tras mirar en el pergamino el nombre con el que la elfa ha firmado, Raymond dice:
-Bien, nunca está de más una prueba, Leanna, demuestra que tengo buen ojo. No obstante, capitán -dice tras cambiar su mirada de objetivo-, sea válida o no para atender a los heridos, nunca está demás que la familia aumente, necesitamos gente para casi cualquier tipo de cometido.

No os defraudaré, mi comandante.

*Kantarot había hecho caso al general Rasilt y estaba comiendo algo
antes de partir. Ya estaba acostumbrado a los comentarios del capitán
Tora y poco le importaban, mas parecia un poco ofendido con la actitud
del sacerdote hacia la joven elfa*


Capitán, bien sabido es que los elfos servimos a otros dioses y no a
sigmar, pero siempre respetamos las creencias de los demas, sobre todo
de nuestros aliados... Leanna, ¿asi te llamas no? seguro que tus viejes solitarios te han jugado malas pasadas pero la fé puede ayudarte en el campo de batalla, no reniegues de nuestros dioses y tus creencias te ayudarán a continuar. Estoy seguro que serás una valiosa aliada, se bienbenida.

Mientras hablaban, había sacado un viejo papel y una pluma y había comenzado a apuntar. Después de que hubiese terminado miró al tipo.

- Si quiere que se haga cuanto antes, lleve esta nota a la herrería, justo atrás de esta posada, le atenderá mi aprendiz - le entregó la nota al armado hombre - comentele que es de primera prioridad, y que va de mi parte - todo esto lo dijo acercándose a los caballeros.

Tora escribió:Comandante, cree que alguien que a perdido la fe es capaz de cumplir su cometido??

Kantarot escribió:

Capitán, bien sabido es que los elfos servimos a otros dioses y no a
sigmar, pero siempre respetamos las creencias de los demas, sobre todo
de
nuestros aliados... Leanna, ¿asi te llamas no? seguro que tus viejes
solitarios te han jugado malas pasadas pero la fé puede ayudarte en el
campo de batalla, no reniegues de nuestros dioses y tus creencias te
ayudarán a continuar. Estoy seguro que serás una valiosa aliada, se
bienbenida.

No e cuestionado su creencia, si no su falta de fe en sus propios dioses, para que los elfos alardeeis de un fino oido no escuchais.

-Muchas gracias hermano- Coge la nota, asintiendo con la cabeza al posadero. Se dirige a su hermano -Comandante siga con su trabajo, enseguida vuelvo con mas información de la aldea-

Rasilt sale por la puerta y se despide con la mano, mientras camina de espaldas.

Sarene dejó lo que estaba haciendo y observó a los hombres salir de la posada... se mordió el labio pensativa, y como si se acordara de algo gracioso contuvo una sonrisa. Con gesto despreocupado se colgó el trapo en el delantal y se dispuso a subir las escaleras que llevaban a las habitaciones.

- Papá, echa un ojo. Necesito descansar un rato...*advirtiendo la preocupación de su padre le dice en tono tranquilizador* a estas horas no hay nadie, no te preocupes. Sé que no es mi horario normal, pero lo necesito *parece dispuesta a decir algo más, pero desecha la idea y desaparece por el piso de arriba*

Su padre suspira, - Bueno, sube y descansa, luego te subo algo para comer - dice mientras se enciende la pipa, aunque lo último lo dijo cuando ya su hija había cerrado la puerta a la parte de arriba.

Miró la posada y se recostó en un lado de la barra, tras ella.

*Rasilt vuelve pasada unas horas con un monton de pergaminos y se sienta en la barra buscando con la mirada a alguien*

-Porfabor- Dice con una voz colmada -Un vino si no es mucho poder con algo de comer-

Pasados unos minutos, Sarene baja las escaleras y observa la posada semivacía, un soldado esperando ser servido y otro absorto como ya era costumbre en un montón de pergaminos. Molesta, busca a su padre con la mirada sin encontrarlo.

- Disculpe, le serviré antes de que se le quite el hambre, se lo prometo *habla mientras coge jarra, vaso y plato y los sirve a una velocidad elegantemente ordenada*

Serene no tarda en darse cuenta que su padre ronca sonoramente tras la barra, recostado en una silla. En sus manos hay una jarra de cerveza derramada aunque parece que hay unos platos preparados en la barra a su lado.

- Por lo menos lo intentó... -dice Sarene mientras observa el cuadro que protagonizaba su padre-

Ha terminado de limpiar todo lo amontonado, ha ordenado las mesas libres e incluso ha pasado la escoba por dentro y fuera de la barra...todo esto sin poder evitar que sus ojos se girasen hacia los planos y pergaminos que los soldados estudiaban abstraídos. Después de morderse el labio, un gesto familiar en ella, se desplomó sobre una silla y, concentrada, dio vueltas al plan.

Cuando Raymond levantó su mirada de los planos para aclarar su garganta con un trago de la cerveza de alguno de sus compañeros, se dio cuenta del interés mostrado por Sarene que, mientras limpiaba con su escoba por las cercanías de su mesa, vió como desviaba levemente en numerosas ocasiones su mirada a los desordenados planos que habían esparcidos e incluso parecía que barría mas de la cuenta cuando estaba cerca de la mesa.

- Señorita Sarene, ¿alguna idea interesante que añadir? Cualquier ayuda es poca en circunstancias difíciles