Historias de posada

Es curioso como las personas, a veces, sobre todo en los tiempos difíciles, se aferran a la esperanza. Cuando un ser querido desaparece pueden pasar años sin que llegues a aceptar que ya debe estar muerto, quizás desde el principio.

Seguramente Wulfdrem Niemandson pereció hace ya muchos años. Aunque no hubiera caído tras su desaparición en la última misión que le fue encomendada, los años que tendría serían suficientes para acabar con él. Pero yo prefiero pensar que su martillo sigue golpeando contra los enemigos del Impero y de Sigmar.

El padre Wulfdrem, como le llamaban, era uno de los sacerdotes guerreros del grupo de mercenarios llamado Guerreros de la Estirpe Olvidada. Como tantos sacerdotes de Sigmar era el encargado de elevar la moral de las tropas, recordarles sus deberes para con el Templo de Sigmar, asistirles en los momentos de duda, sanarles, rezar por ellos y otras muchas tareas que siempre realizaba con diligencia.

Su cara estaba marcada por una enorme cicatriz y sus ojos siempre te miraban con una expresión serena. Su pelo era blanco debido a la edad, pero tenía una espalda fuerte como la de un toro y unos brazos acostumbrados al trabajo duro y a la batalla.

Cuando le conocí, yo no era más que un niño y él un hombre mayor, no un anciano, pero casi. Mi padre era un noble que había perdido su hacienda en una revuelta de campesinos.

La situación se produjo después de un duro invierno en el que los alimentos escaseaban, armados solo con sus horcas y guadañas, pero en gran número, derrotaron a los guardias y nos expulsaron de nuestro castillo.

Para recuperarlo, padre contrató espadas de alquiler.

Al recurrir a la Estirpe Olvidada, él quería que los mercenarios le ayudasen a recuperar sus tierras por la fuerza, matando a todo campesino que se resistiese y ejecutando a los cabecillas de la revuelta. Pero los líderes de la Estirpe le ofrecieron la posibilidad de solucionar la situación sin tener que combatir, evitando el derramamiento de sangre y una larga contienda.

A pesar del odio que mi padre sentía hacia los renegados se dio cuenta que una solución como la que le planteaban ahorraría mucho tiempo y oro. Si morían muchos campesinos no habría quien cultivase las tierras y se tardarían años en reparar el daño causado. Aceptó.

El padre Wulfdrem fue enviado a las tierras de mi familia. Solo. Con un martillo en su mano derecha y un libro con las enseñanzas de Sigmar en la izquierda. Al llegar convocó a todos los rebeldes a un consejo.

Aunque los cabecillas de la revuelta querían ajusticiarlo sin escuchar lo que tenía que decirles, el resto respetaba a los clérigos, más que ninguno a los de Sigmar y, para no romper la paz entre las facciones, se decidió permitirle hablar.

Wulfdrem se colocó bien a la vista en lo alto de un promontorio. Antes de empezar alzó una plegaria a Sigmar, tras ello, dio un discurso relativo al cumplimiento del deber y a la posición en el mundo que cada uno ocupa, que según dicen, duró varias horas.

Cuando la hubieron escuchado, los rebeldes decidieron deponer las armas y someterse a su Señor. Ejecutaron a los cabecillas de la rebelión y marcharon a sus casas, rezando por la compasión de aquel al que habían desposeído. Más tarde se dijo que los jefes del complot pidieron ellos mismos ser ejecutados, avergonzados por su actitud y por el daño que habían causado. Aunque es difícil de creer algo así, lo que es seguro es que mi padre aplacó bastante su ira cuando supo de las muertes y fue bastante clemente con los que todos los demás.

Desde aquel día, el sacerdote guerrero y todos los Guerreros de la Estirpe Olvidada fueron bien recibidos en las tierras de mi padre. Y, para regocijo mío, las múltiples veces que se contaron entre nuestros invitados tuve la oportunidad de escuchar las historias que muchos de ellos relataban.

Así fue como, siendo aún un niño, decidí que quería llevar una vida de aventurero. Pero se hace tarde y tengo la garganta seca. Acabaré mi trago de vino y después marcharé a dormir. Tal vez otro día os cuente mi historia.

Mola mucho. me encanta la perspectiva del narrador como un niño que cuenta lo uqe vió en plan El Nombre de la Rosa.

Como haya un título de "El Pacificador", te lo pones, eh?

Muy buena la historia, sobre todo la forma con la que lo cuentas.

Me ha gustado el relato, has sabido reflejar correctamente lo que hubiera hecho Estirpe Olvidada, recordando que por muy mercenarios que seamos y como nuestra historia indica, tenemos cierto honor y cierta afinidad por unos ideales comunes, aunque luego cada uno tenga su objetivo particular y sus motivos para estar donde está.

¿Pretendes continuar con relatos sobre las hazañas del padre Wulfdrem? ¿O pretendes enlazarlo con la historia del niño que va a ser un alter tuyo?

Si hay un título de pacificador me lo pongo.

El nombre de la Rosa es una peazo novela y una peazo película, no lo había pensado, pero sin duda me ha influido.

No se si relatare las historias del padre Wulfdrem o del niño, pero de momento no tengo idea de hacer un alter humano.